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Los Regalos para Profesores/as

Cada día son más los padres y madres que deciden hacer un regalo, a modo de recuerdo, a las profesoras y profesores de sus hijos en la escuela. El problema es que antes el niño que quería le regalaba la típica manzana a su profesor y ahora, sino participa en el regalo (que no es una manzana, os lo puedo asegurar) acaba siendo el niño raro de la clase.

Todo empieza siempre del mismo modo: alguna madre o padre manda al grupo de Padres de WhatsApp, que previamente se había creado durante el curso para hablar de las excursiones de los niños, de las actividades e incluso de los deberes, un mensaje tipo “He pensado que podríamos hacerle algún regalo grupal a la profesora por lo bien que se ha portado con nuestros hijos”, y entonces, incluso los padres que han tenido problemas con la profesora se vuelcan por completo para regalar un recuerdo. Por un lado me parece hipócrita, pero además, por otro, me hago la siguiente pregunta: “¿A quién más se le regala algo por hacer bien su trabajo?”.

Podríamos hablar de la propina que se le da al camarero si nos atiende bien, o al repartidor de comida rápida, pero no es lo mismo. También pensé en esa paciente que le regala al cuerpo de enfermeros/as y médicos/as, que tan bien la trataron en durante su estancia en el hospital, un gran bizcocho, o coca o empanadillas pero… tampoco es lo mismo. En definitiva ¿qué otro profesional recibe un regalo de sus clientes a modo de recuerdo por hacer bien su trabajo? Yo no conozco más, ¿y vosotros?

Pero, para colmo, es que a veces el detalle no es tan “de recuerdo” como se pretende y, además, se pasa de castaño oscuro. Una cosa es regalarle una de estas pulseras personalizadas baratas con el nombre de todos los niños de la clase o con la fecha del curso, y otra muy diferente es empezar a hacerle regalos como si fuera su cumpleaños. La última vez que participé en un regalo de final de curso para la profesora de mi hija pequeña, el grupo de madres acabó regalándole un babi bordado con su nombre, una pulsera de recuerdo, un bolso para ir a la playa, un ramo de flores y una caja de bombones. Pensad, por un momento, que esa profesora dé clase a tres cursos diferentes… ¿os imagináis la cantidad de regalos con los que se juntará cada junio? Y así, año tras año.

Es un tema muy similar al de las comuniones, cada año vamos sumando detalles y luego, el que viene detrás, tiene que ser más que nosotros y así, poco a poco, parecen bodas. Algunos padre se llegan a gastar los 5000 euros para celebrar el sacramento religioso y, al final, es más un circo que otra cosa. Pues con este tema pasa lo mismo, al principio algún niño (o madre) le daba un detallito a la profesora, luego se unieron en grupo para dar el regalito todos juntos, el curso siguiente quiso superar al primero y así hasta lo que se ha montado hoy en día.

Pero lo que peor me parece, es que a los padres que creemos que eso es una solemne mamarrachada y no queremos participar (no por dinero, sino por convicción), se nos trata de tacaños, rácanos, antisociales o raros, y ya no te cuento cómo tratan al niño sus compañeros si se enteran de que sus papás no han querido participar y, por ende, él tampoco.

Al final todo se convierte en una bola enorme que no hay manera de parar, tal y como dicen en El País ¿No nos estamos pasando?.

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