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Viajes culturales con niños

Hay quien opina que es mejor dejar a los niños en casa mientras los adultos nos vamos de viaje. Se pueden quedar con los abuelos, con los tíos o con algún amigo/a que nos haga el favor. Estarán bien cuidados y no se aburrirán tanto como con nosotros en un viaje cultural… y se cansarán… Excusas. Todo eso son excusas. Somos nosotros, los adultos, lo que estamos más cómodos sin tener que preocuparnos de ellos y eso, de vez en cuando, es perfecto, pero no por norma, ya que un viaje cultural para ellos puede ser más enriquecedor que dos años de escuela.

Ahora bien, lógicamente son niños y si los metemos en un museo durante dos horas sin ningún otro tipo de actividad que caminar viendo las obras de arte acabarán aburridos, cansados y asqueados, por eso debemos ser nosotros los que planeemos un viaje donde el aburrimiento no tenga cabida.

Cómo conseguir que los niños “vivan” el viaje

El último viaje que hicimos en familia, con mis dos hijos pequeños de 8 y 11 años, fue a Barcelona, la maravillosa ciudad Condal. Quería mostrarles la arquitectura de Gaudí, el parque Güell,  el Museo Picasso, y, por qué no, el parque de atracciones Tibidabo, etc. Pero para ello hay que saber cómo son los niños, cómo aprenden y cómo reaccionan ante las diferentes situaciones.

Nos alojamos en el Hotel Mercer Barcelona, un hotel en el que merece la pena pasar un par de noches, no sólo por la calidad de sus servicios sino porque se encuentra enclavado en el barrio gótico, en una serie de edificios de gran valor arquitectónico construidos sobre una parte de la muralla romana de la antigua Barcino, con arcos medievales y frescos originales del siglo XII.

Muchos conocidos, incluso la familia, nos decían «¿pero cómo vais a meter a los niños en un hotel así?» Ahora lo pienso y me pregunto si es que creían que mis hijos están tan asalvajados que se iban a poner a trepar por los arcos o a pintar sobre los lienzos. Pero lo que no se pararon a pensar es que la posibilidad de dormir en ese hotel es una oportunidad única para que ellos aprendan algo de historia.

Durante el trayecto en coche hasta Barcelona me preocupé de contarles las historias de batallas que ocurrieron allí. Les narré, sin mentir ni exagerar ni una pizca, un apartado de la historia más antigua de la ciudad condal y ellos escucharon atentos cómo les narraba todo. “¿Y vamos a dormir sobre esa muralla mamá?” me preguntaron entusiasmados. Cuando llegamos al hotel, lo primero que hicieron fue mirarlo todo, intentando adivinar qué piedra era la más antigua, que arco lo habían hecho los romanos y cual era nuevo de esta era. Pero claro, yo me trabajé la idea de que les gustara el hotel y respetaran cada uno de sus rincones. Otros padres no saben, o no quieren hacer eso, tal vez por comodidad o tal vez porque no lo habían pensado.

Otra actividad que hicimos muy divertida fue en el Museo Picasso, yo quería llevarlos y explicarles todo para que se empaparan de cultura pero sabía que en cuanto llevarán allí más de 10 minutos empezarían a  cansarse y aburrirse, así que compramos unos walkie talkies en Mil Walkies, tipo detective, y les propusimos un juego: haríamos dos equipos, un peque con su padre y otro conmigo, y tendríamos que ir localizando los cuadros que tuvieran una serie de características que previamente yo ya les había explicado. Tenían que anotar el nombre del cuadro y el año en el que se pintó. Los primeros que acabaran y tuvieran todas las respuestas correctas elegirían donde comer ese día.

Fue muy divertido porque por los walkies me iban preguntando lo que no entendían o hablaban entre ellos explicándose las cosas. Así, al mismo tiempo, aprendían jugando un montón de características de pintura y, para colmo, podían verla en directo. Fue una actividad fantástica.

De lo que se trata es de planificar un viaje con niños, no de adultos pensando en adultos. De este modo os aseguro que los peques pueden vivir experiencias culturales muy gratificantes y divertidas.

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